(extracto de "La Derrota", de Mantziani)
Y así fué cómo el veneno entró en mi, sin esperarlo, sin apenas saber cómo, pero lentamente allí estaba. Inesperado, oscuro y maligno, rodeaba mis sueños y destruía mi vida, como un huracán, como un viento descontrolado que partía de todas las partes y de ninguna a la vez. El mundo se convertia en dolor, y yo en un muerto en vida, sin voluntad, sólo con la continuidad de un mecanismo automático. Y al final, sólo ella ganaba, la que siempre espera, la que está al final, fría pero acogedora, para caer en el olvido y no tener que sufrir nunca más. Estaba en mi mano pararlo, pero mi voluntad no era suficiente, huir siempre hacia delante, ¡qué cobardía! es la cobardía del que no se enfrenta a sus debilidades...
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